Llamo Pueblo en este artículo a esos
casi dos millones de ciudadanos que están en la miseria o dentro de la pobreza
y a los otros dos que sin ser pobres están cerca de serlo, porque diariamente van cayendo en esa escala social. Apenas llegan al salario mínimo, carecen
de IPS y jubilación. Desocupados, trabajadores de changas, en la economía
sumergida, explotados con más de ocho horas diarias y sin salario mínimo. En
números: más de la mitad del Paraguay.
La primera pregunta es “¿Interesaría a
ellos tener en su localidad un
Intendente con sentido social y equidad?”. La respuesta es notoria.
La segunda, “¿Cómo llegar a tener ese
intendente que verdaderamente los representara?”.
Y, aquí la respuesta es fácil darla, pero casi imposible de realizar. “Uniéndonos
todos los que tenemos sentido social y queremos un Paraguay equitativo”.
Pero, ¿somos capaces de unirnos todos
los que padecen esa necesidad y los que no teniéndolas decimos que estamos con
ellos?
Pongamos el ejemplo de Asunción. Tenemos
un intendente que en el caso concreto de los bañadenses no ha sabido ponerse
a nuestro lado y del
lado de todos los que quieren como
nosotros: mejorar la calidad de vida de abajo hacia arriba.
Frente a un hecho semejante, ¿no seremos
capaces de unirnos en una sola candidatura, que impulse lo principal: mejorar la calidad de vida desde abajo hacia arriba?
Hasta hoy la respuesta es no y da risa,
pena o ira. Todos los grupos y partidos desde su pequeñez mutuamente se
excluirán y con tantas exclusiones, no habrá unidad para
designar un candidato del Pueblo.
Deberíamos aprender de la asamblea
guaraní, como nos cuenta el P. Meliá. “Se unifican los modos de ver y de sentir
unos con otros y se llega al consenso. Pero, con ello nadie entrega
definitivamente su libertad a nadie. El consenso se hace históricamente cada
día y dura para cada ocasión”.
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