Me lo dijo de broma un taxista y con el
tema estuvimos hablando todo el viaje.
¿Cien años? “Como pocos llegan a esos
años, pocos sabrán si se acabarán
algunos de los males que tenemos”.
Pero que estos males existen. Existen.
“Y, lo malo es que los vivimos
desamparados”.
Huyo de la inseguridad y voy en busca de un policía y… no la encuentro. Puede ser que halle un polibandi
que me roba. Y en los casos mejores nada resuelve. Nadie lo preparó para ello.
El fiscal tiene dos misiones. Una, es
defender investigando la verdad del hecho. Otra, investigar para probar la
culpabilidad. Y ningún fiscal tiene esa policía judicial preparada, la que sale en las
serie de la TV, que de una huella encuentra al asesino. ¿Entonces? “Asociación
ilícita para delinquir” o si es benévolo “Alteración del orden público”. Si es
pobre a Tacumbú. Si es rico, prisión domiciliaria.
En cuanto a los jueces, lo mismo o peor. Gana el que más paga o tiene influencias
políticas u ocultas.
La Justicia ¿nos ampara? Por favor no se
lo crea. Porque, como dice esa canción, ¿la justicia dónde está?
Por Dios, ¡en qué desprotección vivimos!
Pero, con aquel taxista riéndonos
repetíamos como tontos “No hay mal que dure cien años”.
¿Vale la pena llegar a los cien arrugadito y ocupando todo el día un sillón, bien abrigado, para ver si el mal dura más de cien años?
Hay partidos nefatos que han cumplido doscientos
años. La soja con el glifosato sigue adelante. Los dictadores y autoritativos
no se ponen límite a sus años de poder…
Bueno, el viaje se acabó y el taxista me
hizo la rebaja de los
guaraníes sobrantes.
Lo de los cien años de espera para
saberlo, al final, no nos importó mucho. Pero, nos despedimos preocupados por
lo desprotegidos que estamos.
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