En esos tiempos y cuando nos
están llevando políticamente hacia donde no queremos, sentimos que
no somos felices. Trabajar, cuando encontramos un mal empleo, no da gusto. El
ver cómo achican nuestra tierra para dejárselas a los cultivadores
de transgénicos, el vendernos y endeudarnos sin razón nos da miedo y todo eso
tampoco da gusto.
Paralelamente se fomenta algunas
gotas de felicidad que resultan poco o nada a la larga. El tener aparatos
más sofisticados, casa mejor o un auto nuevo y el comprar
y comprar, ya no nos sacia.
Por todo eso y por el estado del país
todavía nos sentimos vacíos, Tampoco es solución el sexo a lo loco, la droga
para soñar falacias o el pasotismo aburrido.
Triste sociedad estamos preparando para
que la hereden nuestros hijos.
Nos falta un sentido de la vida,
personal y colectivo, en todas sus dimensiones. Y digo todo eso no con exceso
de pesimismo sino todo lo contrario. Con un inmenso exceso de
esperanza. Porque es posible encontrar una solución.
Por eso hemos de hacer un párate y entre
todos consensuar un nuevo contrato social.
La primera dificultad para esto la vamos
a encontrar en nosotros mismos. La experimentamos en nuestras asociaciones y
partidos y movimientos. Por ella nos dividimos y nos volvemos a dividir. Y
estas rupturas parecen que son para siempre.
Habría que volver a nuestras
raíces guaraníes. Repito una vez más las palabras del P. Meliá en “El Paraguay
inventado”: “En la asamblea guaraní se hablaba y se hablaba hasta igualar los
modos de ver y de sentir uno con otros en un tema o hecho concreto. Se creaba
un consenso, pero nadie entregaba definitivamente su libertad a nadie. El
consenso se hacía para una ocasión determinada y en unos adjuntos
concretos. Para todo lo demás la libertad de pensamiento o de acción seguía
vigente”.
Otro día seguimos.
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