Pareciera que con las últimas
elecciones se ha ratificado entre nosotros el bipartidismo.
Bipartidismo que no es de extrañar porque es
lo que abunda en otras naciones. Pero, sí es de lamentar por el
tipo de bipartidismo que tenemos. No expresa a las dos partes en que se
divide la sociedad.
Simplemente, con pequeños matices diferentes, expresan lo
mismo en la aceptación del sistema neoliberal en el que estamos y en el tipo de
ideología que tienen de derecha.
Disienten sí en que cada uno ha vivido una historia distinta por alcanzar
el poder, en que sus caudillos son diferentes, y en el que sus símbolos
visibles (el color) y sus expresiones
musicales (la polca), son diversos.
Inclusive coinciden en la
supremacía de los sentimientos sobre las ideas, que se circunscriben, por lo general, a excitar estos sentimientos.
Un bipartidismo muy pobre en crear
utopías propias, muy entregado a caudillos. Repito: con matices distintos, muy parecidos en sus
expresiones.
Luego, están los grupos y
movimientos que entran en la
política. Son bastantes numerosos, tal vez por aquello de que “donde hay dos paraguayos,
existen dos grupos”. De este modo estos
pequeños o medianos grupos (muy valiosos por cierto) tienen el síndrome de la
división.
Quizás porque les sobren ideas, que es lo que falta en el
bipartidismo.
Quizás porque les falte a sus
dirigentes el captar aquello que el Pueblo, del que son sus más legítimos representantes, repite en todas
sus públicas manifestaciones: “el Pueblo unido, no será vencido”. Si
esto fuera sí, urgiría un cambio rápido de su dirigencia.
Con estas afirmaciones reflejo lo
que me dicen personas con quienes he hablado. Les falta el rigor científico de las
grandes encuestas. Nadie me lo dijo todo esto completo. Pero, todos aportaron
algunos de sus valiosos elementos. Y, en este sentido, son un tesoro de
apreciaciones para reflexionarlas, comentarlas y corregirlas.
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