No me estoy refiriendo a la personal sino a la solidaridad entre
los diversos grupos de la sociedad. Y no en
cualquier materia sino en algo, tan
importante como es la
solidaridad laboral.
El economista Dr. Ricardo Rodríguez Silvero
escribió en UH un artículo que conviene que volvamos a tratar. Muchos lo han
leído. En radio Fe y ALEGRÍA , con su autor, lo he vuelto a comentar. Pero,
por su importancia, da para más.
Estoy escribiendo
sobre una solidaridad laboral que no abunda entre empleados a tiempo
completo y en las mejores condiciones y los desempleados totales. Entre los
funcionarios públicos y los campesinos. Entre estos, cuando producen y los
campesinos que andan mendigando un trozo de tierra que nunca encuentran. Entre
todos los campesinos y los indígenas, a los que les arrebatan la tierra y nadie
protesta.
Aquí se barajan
cifras grandes. Falta solidaridad laboral entre el 70% de la población con
empleo estable de la Población Económicamente Activa (PEA) y el millón doscientas mil
personas de subempleados y desempleados , que son los que viven en la pobreza extrema en el Paraguay.
Pero, aun en el 70%
con empleo estable dos terceras partes
de ellos perciben menos del salario mínimo y solamente la mitad de ellos el seguro social. Y entre estos tres grupos masivos,
cuando hay huelga para mejoras no vemos solidaridad.
Pero, en la entrevista
el Dr. Rodríguez Silvero me insistía en algo que es todavía peor. “En el ordenamiento jurídico e institucional de la República, nadie
representa expresamente a los subempleados y desempleados, que están librados a su suerte. No hay
solidaridad con el desempleo”.
¿Un comentario?
En clave religiosa no se entiende esta actitud insolidaria
grupal en un país mayoritariamente cristiano con muchas Iglesias. Y repito que
estoy hablando no de la solidaridad individual sino de la que debiera de haber entre los diversos
grupos humanos.
En palabras de Krisnamurti, lo contrario del amor no es el odio, sino el miedo...o en este caso, la indiferencia.
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