A algunos no les
gusta que se hable del golpe. “Es del pasado y ese pasado ha muerto ya”.
Bueno, habrá muerto, según algunas personas,
pero sus efectos siguen haciéndonos daño
y dominándonos.
La guerra grande es
un genocidio cuyos efectos todavía existen. La Dictadura creó la
cultura del autoritarismo y de la corrupción, y aun perdura y es grande.
El “golpe” cambió la historia del Paraguay con
violencia. Fue un plan maestro para volvernos al bipartidismo, para que un partido llegue al 61º año de gobierno y otro lo deje hacer a cambio
de una presidencia
trucha y la posibilidad de apropiarse de mucha plata. El “golpe” rompió los
sueños solidarios de una mayoría
Y con las últimas elecciones pareciera que
todo se blanqueó. No, por favor, no olvidemos que el “golpe” destrozó una democracia legítima y
legal.
Por eso, todo esto lo
tenemos que recordar para que nunca se repita más.
Y ¿qué sentimos
cuando recordamos el golpe del 22 de junio?
Nos sentimos burlados
porque en pocas horas acabaron con la democracia. Burlados
y golpeados porque todo esto fue concebido y llevado a cabo por personas, que
vuelven de nuevo al poder en el Senado.
Nos sentimos
avergonzados. Fue una muestra de lo que aguanta nuestro Pueblo y como lo han
dominado para que aguante. Quizás, también, de la poca conciencia que todavía tenemos. En
Honduras y Venezuela, en circunstancias similares, se movilizó una muchedumbre mucho mayor.
Nos sentimos
traicionados por personas que caminaban junto a nosotros. Ya se les ha pasado la factura, pero la
herida de la traición no se cierra fácilmente.
Nos sentimos usados
por dos partidos que ahora vuelven a decir que nos representan. ¿A quién? ¿A
nosotros? Si representan a algo es a la plata que se movió para el golpe y
después del golpe.
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