El sábado 15 tuve la suerte de estar
presente en la jornada que reunió en Marina Kue a familiares de los 11
campesinos asesinados en la masacre, acompañados por Mons. Medina, obispo de
Misiones, y compañeros y
asociaciones del Paraguay.
Desde Asunción, viaje de cuatro horas en el que aprendí varias
cosas.
Por ejemplo, la gran cantidad de
tierra que tenemos en el Paraguay y en contraste que sus campesinos en 300.000
familias carecen de ella. Sinceramente no lo entiendo.
Por ejemplo, el inmenso número de
enormes camiones de soja transitando la ruta y haciendo polvo su asfaltado por
el peso. En el peaje pagan un 15.000. pero, se niegan a pagar el impuesto a su
exportación. Tampoco lo entiendo.
Por ejemplo, el contraste que noto en
las viviendas. Sobre la ruta algunas casas y servicios (gasolineras) propios
del primer mundo y una mayoría de viviendas
campesinas pequeñas, de maderas ya estropeadas. Menos entiendo esta
abismal desigualdad.
La jornada fue emocionante. En varios momentos hombres y mujeres lloramos.
Nos reunimos en un trozo de terreno
en disputa con la familia Riquelme. Allí debajo de hules negros viven
campesinos que, a pesar de la persecución fiscal, cultivan maíz, mandioca y
otras verduras como un símbolo de su lucha por la tierra.
En actos como este uno se convence de
la gran injusticia que significa la masacre de Marina Kue. Sicarios, o algo
semejante, enviados por aquellos a quienes les convenía meter a los campesinos
miedo por la violencia, asesinaron un 15 de junio a once campesinos y seis
policías, más otros ajusticiados después.
Tomaron presos a voleo a 12
campesinos y ahora les preparan un juicio sin pruebas condenatorias. Y la
in-Justicia tan tranquila. No da lo mismo que las tierras fueran fiscales o
privadas. Si son fiscales, deben los presos de Marina Kue ser liberados ya.
Vengan el 15 de marzo a Marina Kue
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