Policías custodiando los sojales en el departamento de Canindeyú. |
Cuando se muestra desde el poder una abierta parcialidad contra los
campesinos y sus luchas por una Reforma Agraria Integral y por sacudirse el
yugo de la soja, quiero expresar públicamente que como ciudadano
estoy a favor de los campesinos paraguayos.
Su situación es grave. Entre 1989 y 2013 fueron asesinados 115
dirigentes y miembros de organizaciones campesinas.
Lean lo
que dice la revista
ACCION del pasado abril: “Se trata de un plan sistemático por
los patrones comunes que tienen estas ejecuciones.
Primero, porque todos están unidos al conflicto por la tierra. Segundo,
porquen las formas de ejecución son similares. Tercero, porque el resultado de
los procesos penales es la impunidad”.
Y más adelante: “Las ejecuciones son realizadas indistintamente
por la policía o por
guardias armados, quienes son contratados por empresas o particulares, que
poseen grandes extensiones de tierras que, en la mayoría de los casos, fueron
adquiridas ilegalmente”.
En diez años casi un millón de campesinos han huido hacia
las ciudades empujados por la falta de futuro o por las actuales condiciones de
vida bajo las fumigaciones.
Algunos o muchos por la venta ilegal de sus derecheras a los sojeros. Todos
terminan tan empobrecidos como antes en los bañados o asentamientos.
Con Lugo se hablaba de las Reforma Agraria Integral. Ahora este
término no se usa. Se habla
de desarrollo campesino. Se han repartido kits de semillas para que vendan esos
productos a los municipios para el desayuno o merienda escolar. Este remedio me
suena a burla o ingenuidad.
Ha llegado la hora de que los que no somos campesinos, y que
como ellos queremos un nuevo
Paraguay, hagamos una opción por estos compatriotas.
Y desde las bases de las ciudades y del campesinado hemos de
poner los fundamentos de una unión.
Dejándome llevar del corazón me ha sido fácil, también doloroso,
escribir esto. Lo difícil es hacerlo realidad. Pero, Ikatu.
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