La rechazamos mayoritariamente
en el plebiscito nacional que fue la huelga y paro general, con cortes de calles y rutas y la
presencia masiva del campesinado. Y, a pesar del poco caso que nos hizo el
presidente, la seguimos rechazando.
¿Por qué?
Primero, porque es anticonstitucional (artículo 3° CN) el
concentrar todo el poder sobre un asunto
tan importante como es el disponer de los bienes del estado, en manos del
presidente Cartes.
Segundo, de acuerdo a la versión del Senado es posible
privatizar todo: el agua (acuífero guaraní, todo el agua potables);
alcantarillado sanitario; la generación eléctrica (Itaipú y Yacyreta); la ANDE,
las comunicaciones (COPACO); los hospitales,
la educación; ferrocarril, aeropuertos, la
navegación fluvial; los puertos,
la industria nacional del cemento (INC); gasoductos, oleoductos, y cualquier
otro bien privado del estado. Se remata todo el Paraguay al mejor postor.
Tercero, solo el Ejecutivo, sin mediación del Congreso podrá con
esta ley firmar contratos por 30 años, extensibles a 40, y sin control ninguno, para usar
la infraestructura del estado sin pagarle nada al estado.
Cuarto, también se deja de lado el poder judicial y en caso de
conflicto Cartes podrá nombrar el juez que decidirá el diferendo, aunque
sea una institución extranjera.
Quinto, para colmo
la empresa privada no corre
ningún riesgo. Solamente corre riesgo el estado que se podrá hipotecar para garantizar la inversión privada. Con el
peligro que con este pago
se quede sin plata para pagar maestros, policías, enfermeras, los programas
sociales como Tekoporᾶ, tercera edad, apoyo
a la niñez y a
discapacitados.
Lo que hoy
plantea Cartes con la APP es multiplicar por 1.000 la estafa hecha por Gramon
Berres en tiempos de Stroessner, por una fábrica que nunca funcionó de la que
salimos garantes y por la que debemos 100 millones de dólares a los bancos
suizos.
Decididamente rechazamos la APP.
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