Es un engaño considerar a los años, las etapas de un gobierno o
los acontecimientos como islas solitarias que nada tuviera que ver con otras.
Esto de islas solitarias puede ocurrir en la geografía, pero en el
transcurrir de la vida humana existen procesos con etapas que son un avance o
un retroceso de la anterior. Así avanzamos o volvemos atrás. Y, por supuesto,
no existe un solo proceso sino varios que corren, muchas veces, en pugna o
paralelos
Uno es el proceso colonial. Tan
antiguo como la historia humana con períodos de auge y de ocultamiento. Y que
últimamente se nos presenta con formas nunca antes vistas y que por
eso los llamamos “neo colonialismo”.
Toda colonia se sostiene por una fuerza
extraña que invade. Ejércitos, naciones o bancos. Últimamente por un complicado
sistema financiero y de hegemonías políticas y culturales difíciles de
desmontar.
En América Latina bajo el nombre de
neoliberalismo se aúnan el poder de los EE.UU. con el de las multinacionales,
entidades a nombres de privados, las mafias incontroladas, y los gobiernos
sometidos o más o menos libres de las diversas naciones. Todo esto marcha hacia
una misma dirección en diferentes etapas.
El otro proceso es el de liberación. Su
fin es librarse de las fuerzas externas y creativamente avanzar hacia una
plenitud de vida que en un momento concreto cuajó en tres palabras “Igualdad,
libertad y fraternidad”. Tan antiguo como la historia humana, con períodos de
auge y de ocultamientos.
De los nombres de los que lo impulsaron
están llenos los monumentos nacionales. Aunque siempre olvidan al protagonista
principal: el Pueblo humilde que hizo posible las victorias de sus
héroes.
Como todo proceso también tiene sus
etapas de victorias y de fracasos, pero este proceso nunca se
detiene.
¿En cuál de los dos procesos estamos? Pregunta
clave de la que depende el Paraguay.
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