Sobre este tema acudo como teólogo al P.
Ignacio Ellacuría.
“Es menester separar Iglesia y Reino de
Dios, afirma Ellacuría, para que la Iglesia quede configurada por este
y pueda verse cada vez más libre de su “versión-al-mundo”
mediante una auténtica “conversión al Reino”.
La Iglesia debe de tener un centro fuera
de sí misma, un horizonte más allá de sus fronteras institucionales, para
orientar su misión y aun para dirigir su configuración estructural. Y este
centro y este horizonte no pueden ser otros que los que tuvo la evangelización
de Jesús: el Reino de Dios.
Es el reino de Dios lo absoluto en la
Iglesia y la Iglesia está subordinada al Reino de Dios y no es Reino
a la Iglesia”.
En todo esto otro teólogo, José Antonio
Pagola, también insiste con fuerza en la subordinación de la iglesia al
Reino de Dios.
“La fuerza, el motor del
cristianismo es “el Reino de Dios”, no otra cosa. El criterio para medir la
identidad de los cristianos, es siempre “el Reino de Dios”. Un reino que
comienza en la tierra y alcanza su plenitud en la vida eterna.
La única manera de mirar la vida como
la miraba Jesús, es orientar la vida a construir un mundo más
humano. Sin embargo, muchos cristianos no han podo hablar así del “Reino de
Dios”.
Una de las “herejías” más graves que se
han introducido en el cristianismo es hacer de la Iglesia lo absoluto. Pensar que
la Iglesia es lo central. Olvidando que lo central es el sufrimiento
que hay en el mundo y la lucha por una organización más justa de la
vida.
El objetivo mayor de Jesús fue
introducir en el mundo lo que él llamaba “el Reino de Dios”, que es una
sociedad estructurada justa y digna para todos, tal como la quiere Dios”.
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