Hace meses me sentí
golpeado por palabras que recibí donde es mi valle, el Bañado Sur. Hay quienes
pidieron que me echaran de él.
Eso hace daño
y no contribuye a aumentar la alegría de luchar.
Pero, me he detenido,
ante esta situación. Y he reflexionado y orado muchos sobre la actitud del
cristiano que quiere ser seguidor a un Jesús que, cuando lo crucificaban,
exclamaba “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Cuento esto porque es
casi el pan nuestro de cada día en una sociedad muy
difícil en la que con facilidad no soportamos el disenso y porque
piensas distinto, te considera tu enemigo y comienza a actuar como
tal.
Enemigo es una
palabra muy dura. Se aplica al que ha actuado con violencia con mi hermano. Al
que mata su fama con la maledicencia. Es el delincuente político que
deja sin puesto de trabajo a un inocente porque no es de su partido. Y es, como
decía, el amigo de siempre que por no aceptar democráticamente que no pensamos
como él, te insulta, margina y recurre a la violencia.
En algunos, inclusive, se
va haciendo normal este uso del insulto violento como única respuesta válida y
eficaz.
Jesús nos habló claro
sobre este tema. El verdadero enemigo al que tenemos que dirigir nuestra
agresividad es nuestro “yo” egoísta capaz de destruir al que se nos
opone porque no coincide con mi ideología o pensamiento. Esto es la conversión.
También, y es otro tema,
siento miedo por quienes ven como único medio para resolver las numerosas injusticias
que padecemos acuden al uso rápido de la violencia. Primero, porque no saben
luchar de otra manera humana. Segundo, porque la emplean con los
subordinados que agreden y no con los que les dan las órdenes. Tercero,
porque crean una espiral de violencia en la que saldrán perdiendo.
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