lunes, 11 de julio de 2011

UNA HIPÓTESIS PARA REFLEXIONAR

Cuando esta semana cumplo los cincuenta años de sacerdocio deseo escribir unos artículos sobre el sacerdote, bajo una doble sensación personal: soy feliz en ser sacerdote pero, también, tengo la sospecha de que el sacerdote de hoy y, sobre todo en el futuro, el sacerdocio va a tener algunas características diferentes.

Y parto de un dato concreto: “existen ya en el mundo miles de parroquias que no tienen un sacerdote que celebre las eucaristías, hable y explique la palabra de Dios, realice el ministerio de la caridad entre los enfermos, empobrecidos o necesitados de cualquier tipo”.

¿Por qué?.

Hay una respuesta descabellada, que intenta entrar en los profundo de la divinidad: “Es que Dios no quiere que haya sacerdotes”. También, otra facilitona: “La sociedad actual está tan invadida por el hedonismo, laicismo, materialismo, que esto impide que salgan vocaciones sacerdotales de ella”. Y otra totalmente falsa: “Toda nuestra juventud está perdida”.


Sin embargo, se presenta otra hipótesis que nos hace pensar: “¿Estamos seguros de que los condicionamientos concretos del sacerdote actual son inmutables y no se pueden mejorar?”.

Y esto se apoya en el hecho de que durante cientos de años fue distinta la idea que se tenía de lo que era una vocación al sacerdocio. Y por lo tanto fue también distinto el procedimiento para elegir a quienes podían ser ordenados de presbíteros. Mañana seguiremos.

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