Uno, son los mensajes
recibidos, bastantes extensos, por ejemplo de supermercados, anunciando sus
precios o rebajas. Invaden la privacidad y como a muchos ni los queremos ni nos
interesan es una manera coercitiva de hacer gastar plata impunemente en
beneficio de la empresa anunciadora y de la telefónica.
Otro, son las
canciones. Sobre todo las canciones que nos ponen completas antes de que salga
el destinatario. Luego, nos llamarán en
otro mensaje diciéndonos que si queremos
las podemos grabar completas. Nuestro
deseo es la comunicación con el otro. Debieran de haber programas especiales
para los que quisieran buscar músicas para grabarlas y no castigarnos a todos
con ellas.
Hay ocasiones en las
que se acaba demasiado pronto al saldo para las llamadas que hicimos. Algo
parecido a lo que ocurre en las gasolineras, cuando alguien pide que le pongan
a su auto 20 litros
y recibe 15. El que maneja la manguera
está robando para la empresa. Que esto se hace, se hace. No en vano, en José
Feliz Bogado las taxis cargan su nafta en una gasolinera concreta. Allí reciben con certidumbre, todo lo que
pagan.
También sobran número
de palabras, cuando el usuario no puede atender.
Quedarse con algo
ajeno, son palabras fuertes que
significan algo que no debiera de existir. Es lamentable que hablando de
compañías internacionales se aprovechen de nosotros porque, quizás, no le
plantamos la cara desde el comienzo y ahora nos avasallan.
Son cantidades muy pequeñas, pero
que todas juntas significan millones.
Y, al decir todo esto
no crean que sea contrario a la telefonía celular y que esta debiera de
desaparecer. Todo lo contrario. Con ella
el relacionamiento humano es más estrecho y muy distinto del que era
antes. Aparte de que está al alcance de todos.
Por eso desearía que
no hubiera ciertos presumibles hechos con los que abusan de los usuarios.
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