Es algo que si no lo hubiera
presenciado no lo hubiera creído. Cuatro
hombres fuertes tendidos en tierra y crucificados en un tablón y permaneciendo
en esa postura ya veinte días. Luego se crucificaron otro hombre y una mujer.
Ayer otros dos estaban dispuestos a unirse. Los clavos hendidos en las
palmas de las manos son bien grandes y
me dicen que con mercuro cromo están evitando que les entre el tétano o se
infesten.
¿Una escena de tiempos de la
dictadura? Nunca escuché que entonces hubieran crucificado a alguien.
Es el último medio a que han
llegado para que se les reconozcan sus
derechos laborales. Les acompañan otros 40 en huelga laboral y cuatro en huelga de
hambre.
La línea número 30, del transporte metropolitano y con sede en
Luque decidió expulsar a ocho de sus chóferes.
Causas: querer fundar un nuevo
sindicato porque el otro estaban vendido; cobrar un salario más digno como chóferes;
jornada de ocho horas.
Todo esto está en el código laboral
y es legal exigirlo. Pero el empresario de la línea 30 se ríe de la ley y tiene
un gerente duro dispuesto a servirlo,
aunque una docena de padres de familia
(y la esposa de uno de ellos) queden lisiados para lo que les queda de vida.
¿Hay en Luque un político del
partido en el poder con capacidad de mediar para interrumpir este tormento? Por
supuesto que lo hay y bien famoso, pero es amigo del empresario.
Pero, ¿no existe un viceministerio
de trabajo, cuyo deber es defender la ley laboral? Por supuesto que lo hay,
pero hasta hace pocos días ha brillado por su impotencia, el gerente de la empresa ha podido más que
él. En este caso la patria del
transporte ha podido más que la
Patria del Paraguay.
¿Hasta cuando vamos a soportar esta
crueldad e injusticia?
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