Según el diccionario
“crisis es una situación difícil y tensa de cuyo fin depende la reanudación de la normalidad”. Y
puede ocurrir en muchos campos: laboral, psicológico, político o económico etc...
Por definición la
crisis puede tener un final feliz que signifique un paso adelante o el derrumbe
total y, lo que es peor, el posterior sometimiento y lo que
todavía es más peligroso: todo programado de antemano.
En el Paraguay,
además de otras, estamos en crisis
política económica.
Treinta y cinco años
de dictadura, más una apertura que no lo fue sino la profundización de la
corrupción generalizada, más un gobierno de apertura al que se le quita para sustituirlo con un usurpador por un año en el que se roba a
mansalva y nada sucede y ahora un hombre decidido que dice tener el rumbo del
país, en el que cuesta trabajo confiar.
Todo esto va acompañado
de movimientos económicos en una sola dirección: crece la plata de los pocos
que tienen mucho y disminuye la plata de la mayoría que tiene poco o nada.
El Pueblo está muy
confundido. Tiempo ideal para que otros
manipulen toda esta confusión de la crisis. Y presentar como salvación lo que
en otros países muchos años antes ha fracasado. Inclusive para convertirnos y
usarnos como bastión de esta causa “perdida”. Me estoy refiriendo a lo que
llaman neoliberalismo con el capitalismo
de mercado.
Es interesante el
recordar algunos elementos con que se está aumentando esta crisis.
Por ejemplo el miedo
de la impotencia al ver cómo con plata se compra un partido político, o se
alquila para ser más respetuoso.
También el miedo de
la fuerza de las FF.AA. con la ley por la que el Ejecutivo puede enviar a los
militares sin limitación adonde crea que hay un peligro.
Otro día seguimos, si les parece.
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