lunes, 30 de septiembre de 2013

CÓMO NO DEBERÍAMOS DE CREER



No me estoy refiriendo a alguno de los dioses falsos que nos hemos inventado.

Modernamente están de moda el dios Mammon (personifica la acumulación de riquezas), el dios Poder de  los  políticos, el dios Placer  de los que no tienen freno.

Sí me estoy refiriendo al verdadero Dios de Jesús, pero con el que nos relacionamos,  en ocasiones,  de una “manera”  falsa.

Todos ya sabemos  que la visión de la divinidad como un grandioso “supermercado”, en el que voy a encontrar todos mis caprichos,  es una relación equivocada.

También,  la visión de la divinidad como una “aspirina” eficaz para amortiguar los dolores de todos los líos en que me he metido.

Ahora me estoy refiriendo  a esa lejanía fría e indiferente hacia el verdadero Dios, que en nada tiene que ver con la aspirina ni el supermercado.

Indiferencia que no profundiza, en el amor que Dios nos tiene.  Quizás porque nadie nos habla en profundidad y experimentalmente de esto.

Dios no quiere que “creamos” que no se puede estar mejor que con El, sino que está empeñado en que “marinemos“nuestra vida en  eso. Marinar es sazonar algo con alguien o algo que le va a dar un especial sabor.

El amor e interés de Dios por nosotros es infinitamente mayor que el de una madre que lleva dos años visitando todos los domingos a su hijo en la penitenciaría y que para llegar a ella tiene que tomar cinco colectivos a la venida  y otros tanto a la vuelta. Y esta madre es una heroína

Dios está demasiado ocupado amándonos como para  tener tiempo de desilusionarse de nuestros fallos.

El camino para llegar a Dios no es estrecho (difícil), la estrechez somos nosotros que no acabamos de vivirlo.

No admitir ni vivir todo esto es no saber creer en el verdadero Dios. Es quedarnos a mitad del camino.

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