Modernamente están de moda el dios Mammon
(personifica la acumulación de riquezas), el dios Poder de los
políticos, el dios Placer de los
que no tienen freno.
Sí me estoy
refiriendo al verdadero Dios de Jesús, pero con el que nos relacionamos, en ocasiones,
de una “manera” falsa.
Todos ya sabemos que la visión de la divinidad como un
grandioso “supermercado”, en el que voy a encontrar todos mis caprichos, es una relación equivocada.
También, la visión de la divinidad como una “aspirina”
eficaz para amortiguar los dolores de todos los líos en que me he metido.
Ahora me estoy
refiriendo a esa lejanía fría e
indiferente hacia el verdadero Dios, que en nada tiene que ver con la aspirina
ni el supermercado.
Indiferencia que no
profundiza, en el amor que Dios nos tiene.
Quizás porque nadie nos habla en profundidad y experimentalmente de
esto.
Dios no quiere que
“creamos” que no se puede estar mejor que con El, sino que está empeñado en que
“marinemos“nuestra vida en eso. Marinar
es sazonar algo con alguien o algo que le va a dar un especial sabor.
El amor e interés de
Dios por nosotros es infinitamente mayor que el de una madre que lleva dos
años visitando todos los domingos a su hijo en la penitenciaría y que para
llegar a ella tiene que tomar cinco colectivos a la venida y otros tanto a la vuelta. Y esta madre es
una heroína
Dios está demasiado
ocupado amándonos como para tener tiempo
de desilusionarse de nuestros fallos.
El camino para llegar
a Dios no es estrecho (difícil), la estrechez somos nosotros que no acabamos de
vivirlo.
No admitir ni vivir
todo esto es no saber creer en el verdadero Dios. Es quedarnos a mitad del
camino.
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