El respeto a las leyes es algo en lo que hay que
insistir mucho en el Paraguay. Tenemos leyes, pero no las cumplimos. Lo cual
ataca fuerte al estado de Derecho del que nos habla la Constitución.
Y este incumplimiento es algo que está no
solamente en el ambiente general sino que, con mayor culpa, existe en las
autoridades que tenemos.
Es una contradicción tremenda que los elegidos
por el pueblo para dar leyes sean los que más frecuentemente se las saltan.
Inclusive, haciéndolos quedan impunes por aquello de los fueros y por aquel
desgraciado dicho expresado en alguna ocasión por ellos “Es un chancho, pero es
un chancho de nuestro corral”. Impunidad asegurada.
Sin embargo, en una democracia formal como la
nuestra, también hay que hablar de la activa desobediencia civil.
La desobediencia civil es un mecanismo de
protesta social que se caracteriza por la negación de ciertos contenidos de la
legalidad. Más claro: todo acto de desobediencia civil es un acto de
desobediencia a una ley. Pero, atentos, no todo acto de desobediencia a la ley
es un acto de desobediencia civil.
Condiciones para que un acto de desobediencia la
ley sea un acto de desobediencia civil: que sea un acto de
desobediencia público, no violento, consciente,
realizados con la intención de frustrar leyes -al menos una- para promover un cambio social que no se
puede lograr de otra manera.
La desobediencia civil es directa cuando consiste en
la violación de una norma jurídica que en sí misma es considerada
injusta. Es indirecta cuando se desobedecen leyes en sí mismas válidas, como la
de tránsito, para protestar y plantear el propio caso, cuando no hay otro medio
de objetar los programas del gobierno directamente.
Muchas de nuestras manifestaciones incluyen este tema
de la desobediencia civil. Sería interesante
que tanto los protagonistas como el
gobierno conocieran este bien tema.
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