Soy un poco comunicador y aunque mi fe en Jesús creo
que es sincera, no llego a teólogo. Aprendo de ellos. Por eso,
permítanme que acuda de nuevo a ese gran teólogo que es José Antonio
Pagola.
Ciertamente, hoy, el cristianismo
pareciera que ha perdido fuerza. No parece tener el dinamismo atractivo del
Islam. Desgraciadamente el crecimiento en número de fieles de algunas
Iglesias cristianas no se revela en una influencia en la vida y en la vida real
de los pobres del mundo.
“Crece el deseo de algo nuevo y diferente, pero
también la impotencia para generar una verdadera renovación”.
El evangelista Mateo nos recuerda aquellas
palabras de Jesús “Yo estaré con Uds. todos los días hasta el fin
del mundo”. Y Marcos termina diciendo “los apóstoles
proclamaban la Buena Noticia de Jesús por todas partes y el Señor actuaba con
ellos”.
Escribo todo esto consciente de que estamos
retrasados, como cansados, con muchos fallos, en ocasiones dormidos o perdidos,
pero con una gran esperanza en el Señor Jesús que nos acompaña, en que
queremos seguirle y en el poder interno del ser humano para salir de los pozos
históricos en el que en ocasiones ha caído.
Por eso, hemos de purificar nuestras vidas
haciendo crecer la esperanza.
“Cuando nos dejamos dominar por el desencanto,
el pesimismo, la resignación, nos incapacitamos para transformar la vida y
renovar la Iglesia. El filósofo norteamericano Hebert Marcuse decía que
“la esperanza sólo se la merecen los que caminan”. Yo diría que la
esperanza cristiana sólo la conocen los que caminan tras los pasos de Jesús.
Son ellos los quienes pueden “proclamar el evangelio de Jesús a toda la
creación”.
Muchos domingos me he encontrado en algunas
capillas del Bañado Sur a la hora de misa completamente solo o con una
persona. Pero, no perdimos la esperanza. Seguimos caminando.
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