El sábado
hubo en Asunción una marcha muy interesante, organizada por niños y
adolescentes y hablada y animada por ellos mismos.
Su lema era
“Mi territorio y mi cuerpo ni se usa ni se abusa”.
Era la
denuncia y el rechazo no solamente del maltrato infantil sino de algo
mucho peor: la violación sexual de ellos.
Iban
pequeñitos en brazos o de manos de sus padres y otro mayores llevando
pasacalles o con alegría con que gritando las consignas.
Era la
respuesta de ellos y de las organizaciones que los apoyan contra el uso y abuso
de los menores en el terreno sexual.
Este es como
una ola loca de violencia instalada en el mundo moderno. En
pocos días tuvimos una niña de cinco años violada por su padrastro, otra de
diez violada y embarazada y una joven madre embarazada, violada y ahorcada
delante su hijo pequeño. ¿Qué nos está pasando?
He hablado mucho con amigos. La
respuesta echa la culpa al sistema y al ambiente en el que vivimos.
Un sistema económico en el que ganar plata es lo
principal y en el que este fin justifica todos los medios.
Y un ambiente, inspirado por este sistema, en el que
la TV nos enloquece con modelos de vida que carecen de valores. Y
en todos ellos aparece una sexualidad vacía de contenido por el
solo placer. Se ha pedido el sentido en ella el compromiso por las
consecuencias que de allí dimanan.
Una autoridad nacional con poco sentido
social invitó entre nosotros a los inversores extranjeros a que vengan al
Paraguay y que usen y abusen de su territorio.
Los jóvenes fueron a la marcha por patriotismo.
Pero, sobre todo, también rechazando esa actitud en lo
referente al uso y abuso de su cuerpo por el maltrato y por una
sexualidad violatoria o sin sentido.
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