Se va acercando el 15 de noviembre, día
en que elegiremos nuestras autoridades municipales. Y conociendo lo que son las
elecciones en el Paraguay no es para llenarse de alegría.
Misteriosamente hay más de 30.000
difuntos que siguen votando o al menos aparecen sus votos. No creo que pidan
permiso en el cielo para hacerlo. Hay personas que votan
dos y tres veces en lugares muy lejanos unos de otros. Se ganan un sueldito y
el transporte. Una camionada de votantes llevadas a donde se sospecha que no va
a ganar el partido da un intendente más. Ya ha comenzado el
ablandamiento en las zonas empobrecidas con bolsas de medicinas (en los
hospitales escasean) y trabajos
temporales para que cuando llegue el gran día por un 30 o 50 mil den sus votos.
Añadan un descuido en las computadoras para poner uno o dos ceros más en
mesas y la victoria del partido es segura.
¿Qué conseguimos con todo esto? Que
queriéndolo porque son del partido, permitiéndolo porque vendieron sus votos,
ignorándolo porque las trampas se hacen donde no se ven, etc.… si no ocurre un
“milagro”, ganarán los que están en el poder.
Así, los que ya tenemos los ojos
abiertos y cumplimos lo que nos dice la Constitución, nos sentiremos burlados porque,
votando, contribuimos a elegir
a nuestros propios verdugos.
Propongo una garantía.
En lugar de traer a observadores extranjeros que vienen un mes antes para
“gozar” del Paraguay y ser comprados con eso porque todos siempre dicen que
“todo” funcionó perfectamente, dar un poder a 300 hombres y mujeres honrados
del Paraguay para reaccionar legalmente ante todo lo que suceda en estas elecciones municipales, de modo
que envíen a Tacumbú a los que hagan trampas electorales. Pero, dejando
allí sitio libre. Porque
irían muchos.
Sinceramente, me gustaría no tener
que hablar de esto, Pero
es necesario.
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