“Laudato sí, mi Signore”, « Alabado seas, mi Señor »,
cantaba Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra
casa común, la naturaleza, es también como una hermana, con la cual
compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus
brazos. Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso
irresponsable…”.
Expreso algunas de las ideas
del Papa.
Comienza con la actitud esperanzadora
del Patriarca Bartolomé de la Iglesia Ortodoxa “Después de un tiempo de
confianza irracional en el progreso y en la capacidad humana, una parte de la
sociedad está entrando en una etapa de mayor conciencia”.
Luego, Francisco entra de lleno
en la denuncia,
Se producen cientos de millones de toneladas
de residuos por año, muchos de ellos no biodegradables: residuos domésticos y
comerciales, clínicos, electrónicos e industriales, residuos
altamente tóxicos y radioactivos. La tierra, nuestra casa, parece convertirse
cada vez más en un inmenso depósito de porquería. Y su causa es la cultura del
descarte.
Hay, además, un consenso científico que
indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema
climático.
Sin embargo, frente a todo esto, los poderosos tratan
enmascarar los problemas o de ocultar sus consecuencias.
Cada año desaparecen miles de especies vegetales y
animales que nuestros hijos ya no podrán ver, perdidas para siempre.
Llama la atención la debilidad de la reacción
política internacional. El sometimiento de la política ante la tecnología y las
finanzas se muestra en el fracaso de las cumbres mundiales sobre medio
ambiente.
Hoy creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la
tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a
todos.
La gente ya no parece creer en un futuro feliz, no confía
ciegamente en un mañana mejor a partir de las condiciones actuales del mundo y
de las capacidades técnicas.
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