Es una de dilemas más sugestivos del mundo
moderno.
Por tendencia
generalizada, por educación, por exigencia de la competencia, inclusive
por creencia religiosa de que la prosperidad económica es una bendición que
Dios da, en esos tiempos modernos se insiste mucho en el sentido, programado y
rentable de la vida. Por eso se ignora, o simplemente se desprecia como
“como cosa de pueblos atrasados” el bien vivir de los pueblos
indígenas.
Esta actitud lleva consigo
algunas fuertes consecuencias. Discriminación religiosa y humana a quienes no
crecen económicamente y stress en quienes creciendo constantemente quedan
humanamente destrozados. Inclusive nos está levando a la destrucción de la
naturaleza
En el fondo, como causales están la ambición fomentada
en los ricos, porque pueden, y el ansia de sobrevivencia en la mayoría de
empobrecidos.
Por otra parte está la vida como regalo. No se
la concibe como una fábrica personal o colectiva de bienes sino
como un aprendizaje de aspectos de humanidad que con los años nos van
perfeccionando. Además es respetuosa con la naturaleza.
Un caso claro de estas dos visiones de vida la
palpamos este año en una comunidad indígena, con varios miles de hectárea con
abundante bosque, donde vivía felices y que desde el gobierno, y por presión de
sojeros y ganaderos, quisieron desalojar con la excusa que eran terrenos
improductivos.
La visión de la vida que tiene como meta la
programación para rendir lo más posible es ciertamente más activa y
enriquecedora, pero en su exageración productiva actual nos vacía de contenidos
y de valores.
La visión de la vida como regalo gratuito nos iguala
más a todos y nos hace más felices, siempre que lo esencial esté asegurado.
Para los que tenemos Fe esta segunda
visión nos hace descubrir el padre-madre misericordioso que es Dios, y
haciéndonos contemplativos de su obra, nos acerca más a Él.
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