En
un programa de radio un amigo me lo hizo caer en la cuenta. Y me dio el
título de este artículo.
Ud.
figúrese al presidente de un equipo de fútbol. Hombre maduro, dinámico con una
gran capacidad organizativa. Con plata
para ser un triunfador.
Una
persona que todo lo compra y su éxito está en ello.
Comienza
comprando a los jugadores, luego al técnico y a sus ayudantes. Por supuesto,
antes ha tenido que ser elegido. Y ganó el puesto porque superó en compra de
votos de los miembros del club a su más cercano contrincante. Y, como todavía
necesita una o dos barras bravas que animen y den pasión a los partidos, las ha
comprado también.
Más todavía, como los planes, por muy bien que estén hechos, en ocasiones
fallan, también tiene un dinerito guardado
estratégicamente para comprar algunos
partidos que le sumen puntos para un día, cercano o lejano del año, ser campeón.
Y
todo esto en el ambiente local de un partido de futbol.
Donde 22 jugadores y
cuatro árbitros con los suplentes y masajistas y pocos más están
trabajando. El resto, los dos mil o veinte mil espectadores, contemplan. No hay lugar para ellos en la
cancha, Están pasivos, gritando, riendo o llorando, pero pasivos. Su papel es
no participar directamente.
Aplique
lo que he escrito a un candidato a
Presidente de la República o a senador. Y no se asuste demasiado si
descubre muchas coincidencias.
La
primera cualidad en el Paraguay, desgraciadamente, para un puesto de poder
(presidente, senador, diputado, gobernador etc.), parece ser tener plata. Y cuanto más mejor. Y si tiene mucha,
podrá llegar al puesto que desee.
Si
esto es así, ¿qué sentido tiene el estudiar Ciencias Políticas o el militar en la Política años y años?. Y,
sobre todo, ¿a quién representa quien
compró los votos?
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