El 17 de noviembre de
este año habrá en Chile elecciones presidenciales y parlamentarias. Importante
porque en ese día se puede dar una inflexión entre reproducir (quizás
amortiguándolo) el actual sistema neoliberal vigente o asistir a la transformación de dicho sistema.
Cuando cesó Pinochet
en la presidencia de Chile, se firmó un acuerdo entre él y la Concertación que
incorporaba muchos elementos de su gestión
dictatorial, por ejemplo tener la misma Constitución
de antes y el
que los raíles por los que correría el futuro fueran los del sistema neoliberal. Una especie de
pinochetismo sin Pinochet , pero con la
apertura a elementos de una democracia moderna formal.
Por supuesto que ,
paralelamente, ese mismo día ( en palabras del profesor de sociología Adolfo
Castillo) “comenzó la
acción política de actores no sistémicos ,
y por ellos el país se fue informando
de la depredación ambiental, de la unión de política y empresas, del
lucro en la educación, de las demandas de los mapuches, del robo del agua,….”.
Por lo tanto en las
próximas elecciones se dará una confrontación, primero, entre lo herederos
directos de la dictadura de Pinochet y los de la Concertación. Entre
una política sistémica conservadora y una política reformista que intentó estos
años humanizar sin éxito el sistema neoliberal.
Sin embargo, también
hay que tener en cuenta la otra corriente no sistémica que, aun viviendo en
medio de reglas vigentes de la dictadura, ha podido seguir
adelante. Recuerden las luchas de hace meses por una Universidad Nacional para
todos y gratuita.
En el fondo el gran
problema de Chile es el de
Panamá y el Salvador y, por supuesto, el del Paraguay: seguir
con una política en el marco neoliberal, con algunos pequeños posibles y
engañosos cambios, al servicio de las minorías económicas del país o abrirse
rompiendo el sistema hacia las grandes mayorías
empobrecidas.
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