No hay ningún sufrimiento humano que no
me preocupe en la vida.
Antes fue el Holocausto judío por causa de un loco.
Ahora, es la casi desaparición de Palestina en manos de una
nación poderosa. Un tema que levanta ampollas, cuando se trata, por ambas
partes. Pero son dos pueblos semitas,
hermanos, llamados ya a vivir juntos
geográficamente.
“Son hijos de la impotencia los cohetes caseros
palestinos que los militantes de Hamas, acorralados en Gaza, disparan con
chambona puntería sobre las tierras que habían sido palestinas y que la
ocupación israelí usurpó. Y la desesperación, a la orilla de la locura suicida,
es la madre de las bravatas que niegan el derecho a la existencia de Israel,
gritos sin ninguna eficacia, mientras la muy eficaz guerra de exterminio está
negando, desde hace años, el derecho a la existencia de Palestina. Ya poca
Palestina queda. Paso a paso, Israel la está borrando del mapa.
Israel es el país que jamás cumple las
recomendaciones ni las resoluciones de las Naciones Unidas, el que se burla de
las leyes internacionales, y es también el único país que ha legalizado la
tortura de prisioneros. ¿Quién le regaló el derecho de negar todos los
derechos? ¿De dónde viene la impunidad con que Israel está ejecutando la
matanza de Gaza? El gobierno español no hubiera podido bombardear impunemente
al País Vasco para acabar con ETA, ni el gobierno británico hubiera podido
arrasar Irlanda para liquidar a IRA”.
Y Eduardo Galeano acaba su artículo con estas
palabras: “Este artículo está dedicado a mis amigos judíos asesinados por las
dictaduras latinoamericanas que Israel asesoró”.
Una de la grandes alegrías de mi vida será
cuando Israel y Palestina firmen una Paz de verdad. Desgraciadamente pareciera
que se está alejando más cada día.
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