La media
de pobres del paraguay es del 35% de la población. Pero,
en el campesinado llega al 45%. En números redondos, casi dos millones
quinientos mil pobladores. Un poco más de un tercio de la población. Hago
notar que un otro tercio está muy cercano a este y va haciendo crecer su
número, que aumenta continuamente.
En su
expresión externa, esta pobreza significa mera sobrevivencia.
Materialmente se manifiesta en expresiones que debieran ya
de pertenecer a un pasado lejano. Vivienda
digna de tal nombre, no existe. Una parte solamente consume agua potable; el resto vive de
riachuelos y tajamares.
Laboralmente, en este sector de la pobreza, no
hay trabajo estable con seguro social y jubilación. Cuatro notas que, al
faltar, crea un estado económico bajísimo. Prácticamente viven al día y
sometidos a todas las variaciones del clima.
Psicológicamente
la pobreza es una maldición que destroza. Los marginaliza. Y los hace sujeto de
discriminación. Lamentablemente la educación
en estos ambientes no es la
mejor. No los prepara para vivir el presente ni les abre
horizontes para el futuro.
Físicamente
impide el desarrollo del cerebro por la
desnutrición y hasta el hambre. Esta
última cada día se nota más. La salud suele ser paupérrima.
La pobreza
es mala consejera. Ante la imposibilidad de salir de ella, viene la huida, la
evasión, el olvidarla mediante la droga, el sexo sin sentido y , en ocasiones, la delincuencia .
He
presentado con todo respeto algunas notas del mal de la pobreza. Que viven
dos millones quinientos mil compatriotas.
Ahora
hablemos de los que más queremos que sean los pobres. Estos son personas privadas injustamente de
los bienes esenciales para vivir. Por eso estamos a su lado. Por una cuestión
de justicia, solidaridad
y de amor.
La pobreza
es la enfermedad. El
pobre es el hermano que la
soporta. No los confundamos.
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