El autor tiene 43 años, la niña
13. La encerró en una habitación y la acosó sexualmente. La niña solamente a puñetazos y patadas pudo
escaparse.
Este es el triste hecho. Luego, comienza la odisea de la denuncia.
A las 8 de la mañana, la madre y la hija acompañadas fueron al Palacio
de Justicia: Defensoría de la niñez y adolescencia. Les dijeron que no les correspondía
porque el abuso sexual no se dio con un familiar ni en la casa de donde podrían
protegerla alejando al culpable. La
enviaron a la Secretaria
de la Niñez.
En la Secretaría de la Niñez tampoco les correspondía hacer la denuncia. Les
recibieron en una pequeña pieza con algunos
escritorios ocupados por varios
abogados. No había ninguna privacidad.
Hablaban con uno, pero todos los otros
estaban escuchando.
Las enviaron para hacer la
denuncia a una Fiscalía barrial
concreta.
Pero allí les dijeron que no era la que les correspondía. Y las enviaron a otra Fiscalía.
En la otra Fiscalía les atendió una
señora muy acogedora y las lleva a la oficina donde las iban a atender.
De entrada la funcionaria les
reta por haber tardado tanto tiempo y les hace esperar dos horas.
Había en esa oficina otras funcionarias sin hacer nada y que
públicamente chismorreaban los últimos casos
que les visitaron,
burlándose de ellos. La madre,
como tardan, comenta a las acompañantes
que van a llamar a la prensa y
TV. Entonces el chismorreo se calla.
A las 17 horas les dicen que la Fiscala
estaba enferma y con problemas familiares, y que otro día las atendería.
Les daría una cita para que dentro de 15 días viera a la
niña de 13 años una psicóloga.
¿Comentarios? Indignación, asco, ganas de que este tipo de Paraguay
ignorante y poco profesional ya pronto desaparezca.
¡Demencial! ¡Qué tristeza que sucedan estas cosas!
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