lunes, 1 de julio de 2013

HACIA UNA IGLESIA SAMARITANA



Así desea el teólogo José Antonio Pagola que seamos conocidos los cristianos  colectivamente en la sociedad.

“Un hombre fue asaltado por ladrones y  luego lo arrojaron a la cuneta del camino. Pasó un sacerdote del Templo y llevaba prisa. Pasó un laico fervoroso  y tenía prisa. Se acercaba un samaritano. Pero éste se detuvo, curo sus heridas y lo llevó a una posada y le pagó la estadía hasta que se curara”.

Pagola insiste: “¿Qué puede significar hoy en nuestra cultura un palabra magisterial sobre el sexo, la  homosexualidad o  la mujer,  dicha sin compasión hacia los que sufren? ¿Para qué insistir en la liturgia si el incienso y los cánticos nos impiden ver el sufrimiento y oír los gritos de los que sufren?

¿Fuimos alguna vez una Iglesia samaritana?

En XXI siglos  estoy convencido que hubieron millones de hombres y mujeres  entregados con una gran compasión al servicio de sus hermanos que sufrían.

Pero el teólogo Pagola sigue insistiendo. “Pero eso no es suficiente. Hay que trabajar para que la Iglesia como tal  esté configurada en su totalidad  por los principios de misericordia y compasión.

 La Iglesia tendría que hacerse notar por ser el lugar donde se puede vivir la reacción más libre y  más audaz  ante el sufrimiento que hay en el mundo.  Es lo único que puede hacer a la Iglesia más humana y más creíble”.

Una observación, ¿Ud. recuerda quien era aquel samaritano compasivo?”.

No se asuste. En aquella sociedad de Jesús era una persona a la que hoy llamarían  un zurdo, un cristiano que no va a misa, un rebelde contra las injusticias, uno de izquierda que no soporta que el 2% de la población del Paraguay tenga el 80% de las tierras.

Podía ser  todo eso, pero no importa. Amaba a su prójimo, fue  compasivo. Y esto vale mucho más. Por la compasión se parecía a Dios.

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