Fue el viernes 22 de
junio este robo anunciado. Hacia las 16
horas el Senado iba a dar la sentencia del Juicio político al Presidente Lugo. La condena no dependía de la validez de las acusaciones (por eso la hicieron solamente
mostrando fotocopias de diarios) ni de la fuerza de la defensa a la que dieron dos horas para expresarla. Dependía sólo de
que hubiera dos tercios de la mayoría condenando. Y esta cifra ya estaba asegurada
desde
los días anteriores.
Alguien dijo (¡y se
enojaron por eso¡) que aquello parecía un “circo”. O con palabras más elegantes “una
puesta de escena preparada”. Y todo se llevó a cabo como estaba prefijado.
Hasta tuvieron tiempo para la jura del nuevo presidente que se presentó tarde,
bien acicalado. Además de su cirugía facial realizada hacía meses.
Inclusive hubo fuegos
artificiales añadidos para mayor emoción.
Se cayeron empujando algunas de las vallas y la Fope atacó a garrotazos
y con gases a los que estaban en el suelo por el derrumbe. La muchedumbre
retrocedió y corrimos los más de
setecientos metros de la Plaza hasta
refugiarnos detrás de la catedral. Luego, silencio. Se pusieron en pie las vallas y el Pueblo se colocó detrás, muchos llorando de rabia e indignación. Dentro
se estaba celebrando la ceremonia de investidura.
Demasiado aguante tuvo el Pueblo que llenaba la Plaza cerca del Congreso. Ilusionado
esperó que el
final de esta tragedia, no griega sino paraguaya, fuera otro. Aguardó
ilusionado el “Deus ex maquina” del final del teatro en la Grecia antigua. Pero, esto no estaba escrito.
Y con duelo en el corazón nos volvimos a casa. Nos
juramos aquella noche que a esos diputados y senadores no los votaríamos más.
Desde aquel día, cada vez que se abre un micrófono el Pueblo se acerca y habla.
“¡Que se vayan todos los golpistas¡”.
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