En general estoy
convencido de que ambas cosas existen en todos los tiempos.
Si me preguntaran por
este tiempo en el que estamos, hoy me parece, con muchos matices y es un buen tema para debatirlo con otros,
que estamos transformando en peor al
cristianismo y no hablo solamente de los católicos. Y esto se nota, al mismo
tiempo, tanto en las altas esferas
jerárquicas como en los creyentes más
hundidos en la miseria.
Estamos en una actitud
triunfalista en la que se mide superficialmente la fe por la asistencia al
culto o festividad religiosa. Entre muchos abunda, también, demasiado
el miedo y ahora estamos como a
la defensiva contra todo lo que aparece
como nuevo. Otro tema muy importante es
quienes son elegidos para presidir esta Iglesia en todos sus niveles. No
suelen ser los más aptos para este tiempo de cambio universal. Solemos estar
demasiado separados de la vida real donde se decide los destinos de pueblos
enteros o de aquella parte mayoritaria compuesta por los que sufren la pobreza y la miseria
más absoluta.
De este modo vivimos un
cristianismo en el que la sal dela tierra y la luz del mundo y la preferencia
por los que menos tienen, no es lo más abundante.
Y para que no lo
olviden y no me mal interpreten, recuerdo lo que decía al comienzo: vivimos en
un dilema sobre si estamos transformando
al mundo o estamos transformando al cristianismo “adaptándolo un tanto o un mucho a un mundo caduco. Y ambas
cosas existen. Pero lo que marca es aquello de lo que más hay.
Sin embargo les digo
que cada día tengo más esperanza. Estaremos en un tiempo de noche y confusión. Pero, ciertamente en nuestras
manos, con la ayuda de Dios, está el
amanecer. ¿Qué lo está frenando o impidiendo que sea pronto?.
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