Es la conclusión a que Emir Sader llega
a propósito de las últimas
manifestaciones en Brasil
“Lo peor que podría pasar a Brasil
–un país con un contingente inmenso de jóvenes en su población sería contar con
una juventud ausente, pasiva, volcada hacia otros temas que no sean los de la
política, la sociedad y el Estado.
Esos jóvenes no han golpeado a la
puerta de la política, sino que la han tumbado, con sus gritos y sus formas de
ser. Es hora de renovar la política y
sus cuadros, para que la irrupción de esos jóvenes no se reduzca a un fenómeno
mediático y de aburridos estudios sociológicos, que hablan más de sí que de la
realidad.”
Brasil, que supo colocar el tema
central en el continente de la desigualdad social
como prioritario, tiene ahora el desafío de pasar de la
democratización social a la democratización política y a la democratización cultural –empezando
por el fin de los monopolios mediáticos y, sobre todo, a la discusión de los temas que ocupan más
directamente a la juventud.
La protesta por la subida del
boleto del transporte agrupó a
la juventud en el
Movimiento del Pase Libre (MPL). Este fue el detonante al que pronto se le unieron más
reivindicaciones.
Y con inmensas manifestaciones lograron su
objetivo.
Por otra parte, el tratamiento que le dieron
los MCS fue muy diverso. Al comienzo
descalificaron las manifestaciones por
la violencia que podían llevar consigo.
Y fueron pacíficas, pero cuando se consiguió
el objetivo del aumento del transporte, los más radicalizados siguieron
manifestándose y entonces sí apareció fuerte la violencia y su represión
también violenta.
Pero, pronto cambió la actitud de
los MCS opositores cuando descubrieron que con la excusa de las manifestaciones
podrían desgastar al Gobierno de Dilma. Las manipularon en sus informaciones y
comentarios e impusieron en su enfoque
los lemas de la oposición.
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