Para el cristiano Dios
está en medio de nosotros. No sólo interiormente, sino mucho más aún en los
acontecimientos de la vida. No de una manera espectacular, pero
sí de un modo sencillo pero real. El aprendizaje del cristiano es aprender a
descubrirlo. Su madurez está en vivirlo en plenitud.
Vivimos en un mundo en
el que lo que parece más brillar, inclusive como única realidad, es el imperio
del mal. Y la conducta de los que perversamente adoran al dinero en el sistema vigente del mercado o en
la conducta discriminatoria, inmoral o destructiva de la violencia,
es lo único que se publicita por los MCS como si el Mal fuera la única
realidad.
Sin embargo esta concepción de la vida es falsa.
Porque es degradante y porque no es la única existente.
Este mundo no es todo
perverso y malo sin remedio hasta que venga la intervención de Dios al final
delos tiempos. “Ahora mismo, la fuerza
salvadora de Dios está ya actuante y
conduciendo la Vida a su liberación definitiva”.
Y esta es la Buena
Noticia que desde el comienzo de su vida pública, insistentemente, predicó Jesús. En pocas
palabras: “El Reino de Dios está en medio de nosotros”. Más claro todavía: “
Paralelamente a las obras del Mal, el Bien avanza humanizando a los que han
sido deshumanizados”.
Pero, ¿cómo
descubrirlo?”
Jesús lo dice en una
sola palabra: “Conviértanse”.
Socialmente esto
significa “Tengan una conciencia despierta”. Psicológicamente: “Sean
personas, o sea tengan salud mental”.
Religiosamente: “Arrepiéntanse y purifiquen
los ojos del espíritu de las legañas que
ya se nos han pegado”.
Un gran teólogo del siglo XX escribió que el siglo XXI sería un siglo
místico o no será cristiano. Y la mística significa haber descubierto a Dios en
la Vida y con su ayuda comprometerse en liberarla de la deshumanización
(violencia, corrupción, pobreza).
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