Lo más necesario a realizar
ahora es insistir en acompañar a los
más empobrecidos del Paraguay y aprendiendo de ellos ayudarles a
comprender, en su estilo, que el Paraguay es de ellos, que hay una manera de
caminar y de vivir con los ojos cerrados y
manipulados por los que están en el poder.
Y que existe otra
manera, con los ojos abiertos por la que ellos participan y son los
protagonistas de su propia liberación.
Y el fundamento de todo esto es que el Paraguay nuevo, en
el que soñamos, se construye de abajo para arriba.
Insistía antes de que tenemos que aprender de ellos antes
de intentar servirles, porque ellos ya
intuyen lo que pasa en realidad mejor que nosotros.
Ellos tienen la sabiduría del oprimido. En ella comprenden los modos con
que los han hundido y arrinconado de por vida.
Y en ella también
han descubierto las cosas buenas que un día les llegaron a ellos. Y
comparándolo en la vida, no en teorías contrastadas, se dieron cuenta por donde
camina la cercanía a otro Paraguay soñado.
Y vuelvo a insistir, en que solamente, aprendiendo de los
de abajo, donde los ha colocado el sistema para hundirlos, podremos ayudarles
lo poco que hemos aprendido los que estudiamos.
Se trata de enseñarles a sistematizar lo mucho que ellos ya tienen
asimilado de la Vida.
Por eso no les hagamos caso a los que considera a este
Pueblo humilde como un rebaño al que se le puede comprar por cinco años para
luego olvidarlos.
Y, ojala, escuchemos a los que se acercan a ellos con la mano abierta. No llevándoles plata.
Sino el compromiso de servirles y
representarlos de verdad.
Solamente así nuestro Pueblo conseguirá su protagonismo. El que siempre se
les ha negado y que pareciera que no lo
van a lograr nunca.
Es la hora de la concienciación.
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