En el Paraguay con el gobierno de
Lugo comenzamos una salud sin aranceles en la atención médica y en los
medicamentos. Aquello no era un regalo gratuito, porque con nuestros
impuestos pagábamos nuestra parte. El resto tenía que venir del Presupuesto
Nacional.
Desde hace años España no
cobraba aranceles en la atención médica ni medicamentos para los hombres
y mujeres que estuvieran en su territorio fueran nacionales o extranjeras.
Estos días en España he gozado
personalmente de este bien y me han dado un cuidado médico
con una atención excelente.
Sin embargo, la crisis y el gobierno
actual van poco a poco deteriorando algunas cosas.
Se ha disminuido el número de médicos
y su tiempo de trabajo es de menos horas y, por lo tanto cobran un salario
menor. Detrás de esto veo la influencia del FMI ya conocida en nuestra
A.L.
Además, existe una tendencia a
privatizar la salud.
En esto salen ganando los negocios de salud privados y
algunos famosos políticos dueños de ellos.
En cuanto a los emigrantes está
siendo prohibido atenderlos en los hospitales si no tienen los papeles en
regla.
Actualmente hay que pagar en efectivo
un % de algunos de los medicamentos.
En resumen: todavía existe en España
un excelente servicio de salud pública, pero por la crisis y el
gobierno de derechas influido por organizaciones como el FMI tratan
disminuirlo.
¿Enojo y protesta popular por esto?
Bastante. Pero, con frecuencia se queda en el plagueo y no pasa a la acción.
Y, en esto me he acordado mucho del
Paraguay. Aunque reconozco que, poco a poco, vamos mejorando, sin
embargo todavía dicen que una sanidad sin aranceles en las visitas a los
médicos o en los medicamentos es imposible. Personalmente no me lo creo. Con nuestros impuestos que pagamos y dándole
cabida en el presupuesto de la Nación, es posible. Solamente falta
voluntad política.
La política tiene sus prioridades y cuando los dineros de la Hacienda Pública se destinan a intereses oscuros o cuando se quiere debilitar los servicios prestigiosos como la salud y la educación, finalmente las familias se ven abocados a recurrir a las entidades privadas. Como consecuencia de ello, la franja divisoria de la sociedad entre ricos y pobres cada día es más grande.
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