Terminó el Consejo de Ministros Europeo con el enojo generalizado, pero
tibio en consecuencias de los representantes de la UNIÓN EUROPEA.
No aceptaban que los Servicio Secretos del Gobierno de Obama hubiera
realizado millones de interferencias electrónicas en los teléfonos.
Al regreso a sus países llamaron a sus embajadores del Norte para exigir
pruebas. Y tuvieron declaraciones fuertes en ruedas de prensa delos
medios de comunicación social
Pero, en el fondo, “mucho ruido y pocas nueces”, como
dice un refrán castellano.
El mismo comunicado final fue débil y moderado. Tanto que el Primer
Ministro británico, que había defendido en el espionaje a los
EE.UU., no tuvo dificultad en firmarlo.
Alemania y Francia que firmaron más firme, solamente consiguieron la
adhesión de Bélgica.
En todo este asunto aparece confuso el papel que tuvo Obama. Unos le
acusan de saberlo todo y no impedirlo. Otros de no saber nada hasta ahora, lo
cual dice mal del presidente de una gran nación.
Pronto, tal vez, este asunto del espionaje electrónico habrá pasado
al olvido y todo seguirá igual. Porque el deber del servicio secreto que
tienen todos los gobiernos es espiar, inclusive a sus aliados. Aunque es verdad
que nadie los ha hecho tan desvergonzadamente y con tanta eficacia como los
EE.UU.
Y los grandes perdedores de esta reunión de jefes de estados europeos
fueron otros problemas más importantes. Por ejemplo. El de los emigrantes
que siguen llegando en embarcaciones, grandes o pequeñas, a las costas del sur
de Europa.
Últimamente en Lampedusa, Italia, hubo un naufragio de estas grandes
embarcaciones con la muerte de 300 africanos. En algunas naciones de Europa se
multa a quienes ayuden o den asilo a los emigrantes sin papeles en regla. Pero,
¿interesa esto a los ricos en crisis de Europa? Afirman que se tratará
este asunto en el mes de mayo del 2014. ¿Cuántos naufragarán hasta entonces?
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