Como todos los años
recuerdo el día 11 de octubre como el
último día de la libertad de los Pueblos originarios de América.
Llegaron a descubrir
a América y lo que hicieron fue dominar a
sus habitantes.
Muchos fueron
reducidos a la esclavitud. Otros
murieron defendiéndose. Otros se
entregaron y mezclaron con los conquistadores con más o menos suerte.
Últimamente se ha descubierto que una
gran mayoría de los Pueblos originarios fallecieron víctimas de enfermedades
que les trajeron desde Europa, para las que no tenían lo que hoy llamamos “anticuerpos”.
Cuando el
descubrimiento se calcula que aproximadamente habría en toda América entonces
50 millones de indígenas, absolutos dueños de un inmenso territorio. Ha
pasado seis siglos y me dijeron que actualmente pueblan todas las naciones del
continente la misma cifra
aproximadamente: 50 millones de indígenas.
La conquista frenó su
crecimiento natural y sobre todo sometió y desvalorizó a un Pueblo con
múltiples razas y culturas, que todavía no logra en la sociedad de hoy el
puesto que se merecen.
Privados de
sus tierras y bosques son arrinconados y expulsados hasta terminar
muchos de ellos mendigando por las ciudades.
Nuestra Constitución
del Paraguay tiene un capítulo quinto sobre los Pueblos indígenas. Reconoce su
identidad y garantiza sus derechos ancestrales. Defiende la propiedad
comunitaria de toda la tierra que necesiten. Y les reconoce todos los derechos
para participar como todos los ciudadanos en la vida cultural, política,
económica y social de la
República, etc...etc...
Es una de las
Constituciones Nacionales más completas en favor de los Pueblos originarios.
Lamentablemente la mayoría de lo que se dice
en la Constitución
del 20 de junio de 1992 sobre los Pueblos originarios no se cumple.
Tenemos una deuda con
ellos que todavía la sociedad del año 2013 no quiere o no sabe cumplir.
Somos también culpables
de aquel último día de la libertad
indígena.
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