La voluntad de Dios de que todo
seamos felices personal y socialmente es
como una corriente de agua, que a medida que avanza se hace más fuerte.
Y la invitación que nos hace Jesús es que todos entremos en ella, no para que
todos seamos de la familia cristiana (en
sus múltiples Iglesias), sino para que
universalmente todos seamos felices
haciendo felices a los demás.
La pregunta de hoy: ¿Quién se
atreve a entrar en esta corriente que los cristianos llamamos, el Reino de
Dios?.
Jesús adelantó la respuesta,
animándonos. Pero, al mismo tiempo, avisándonos
que el recorrido era estrecho y difícil de caminar.
¿Por qué así?. ¡Si es tan formidable y entusiasmante!.
Porque esta corriente nueva de la
solidaridad y equidad y amor con todos, se opone a otra corriente muy antigua y
negativa.
Estoy convencido que todo el Bien
que hacemos se une a los largo de los siglos en una fuerza positiva que influye
en el mundo.
Pero, al mismo tiempo, existe una
negativa compuesta por todo el mal que a lo largo de los siglos se hizo y,
también, está influyendo en el mundo.
Tener conciencia de esta doble
corriente y entrar en la acertada, es la
más importante opción que se nos
presenta en la vida.
¿Razones para entrar?
Para el creyente es que en la
opción por el amor, solidaridad y compromiso por la felicidad de los demás, va
a encontrar al Dios que es el centro de su vida.
Para el no creyente es que en esa
misma opción se van a cumplir sus deseos comprometidos con la Justicia, con el cambio revolucionario y con la
hermandad universal.
Y para todos, creyentes o no, que
en la corriente de la solidaridad y el amor no vamos a encontrar un día todos unidos y celebrando felices que el Bien
ha triunfado.
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