Para un poeta
castellano la vida era “una sombra, una ficción, que toda la vida es un sueño y los sueños,
sueños son”. Algo que pasa tan rápido, que se va como un
soplo de aire.
Pero este soplo tiene
manifestaciones, que le dan
consistencia: felicidad, sexo,
plata, poder, amistad, trabajo, familia, sueños, lucha por un ideal
generoso.
Pero todo eso, un día, se acaba y llega a su fin.
En ocasiones nos
sentimos como algo al que le vino ese soplo de la vida, de lo que sale una
persona que vive la historia de unos años. Y, luego, “se va”.
De ahí la conclusión
acertada, si se entiende bien, de otro poeta: “Carpe diem”. Aprovecha el
día en todo lo que te da humanidad y
hace feliz sin dañar a nadie.
Por eso, cuando
hablamos de la Vida,
es muy importante el sentido que le damos. Es
responder a esta pregunta “Y,
para qué vivo?”.
Desgraciadamente
muchos a esta pregunta no responden. “Vivo viviendo”.
La vida para ellos es
como un zapping de televisión. Saltan continuamente de una cosa a otra. Así la
vida carece de objetivo. “Simplemente vivo”. Algunos añaden con sorna: “Y esto
es porque el aire es gratis, que si no…”.
Por supuesto que hay
muchos con objetivos de vida muy positivos. Gracias a ellos el horizonte de la Humanidad va avanzando.
Existen otros
horizontes de vida que desacreditan a quienes lo tienen y hace daño a los
circundantes.
Y, peligrosamente,
nos vamos a encontrar a personas con mucho poder económico o político. Tan
atractivo que ellos se reservan el disfrutarlo egoístamente. Son ricos , pero
empobrecen a quienes tocan.
Aquí, hay que volver a preguntarnos en sinceridad “¿Y yo, ¿para qué vivo?”.
Esta pregunta es
exigente y crea molestias. Directamente nos descoloca. Y esto es bueno. Nos puede empujar a querer
cambiar.
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